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¿Los padres pueden heredar la vida sexual a sus hijos?

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Cuando de niños crecíamos con el pensamiento de que el sexo era cosa de pecadores y los padres no mencionaban el tema ni siquiera  torturándolos, hasta la muerte era preferible a un embarazo estando soltera, era fácil culpar a los progenitores y a la sociedad entera de los trastornos sexuales personales.

Luego, todos estos tabúes fueron desapareciendo y se empezaron a buscar explicaciones fisiológicas o de falta de información a los problemas de la sexualidad. Sumado, por supuesto, al estrés y exigencias de la vida moderna.

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Sin embargo, Erika Schwartz, médico norteamericana, además de autora de best sellers y gurú de la vida saludable a base de chequeos, hormonas, suplementos, ejercicio, estilo de vida, dieta y manejo del estrés, ha vuelto a señalar a los padres, y a su tipo de educación, como posibles causas de muchas disfunciones sexuales.

En su libro The Intimacy Solution: Life Lessons in Sex and Love (La solución íntima: Lecciones de vida sobre sexo y amor), Schwartz expresa su teoría sobre lo que ella llama el ‘ADN sexual’ que todos tenemos y que al igual que nuestros genes, proviene de papá y mamá.

La novedad es que Erika no habla de la educación sexual recibida o no recibida en casa, sino más bien de ese mensaje subliminal que los padres mandan a los hijos a través de su propia relación.

Mucho más potente que cualquier discurso, charla o prohibición. La forma en la que la pareja interactúa, si muestra su afecto en público o no, si se abrazan, se tocan, el tono en que se hablan, la forma de expresar su sexualidad a través de sus cuerpos…

Todos estos elementos conforman un temario de lecciones que los niños van asimilando día a día y que, de recopilarse y publicarse, podría llevar títulos como Guía para vivir en pareja, Lecciones de sexo y amor y hasta Manual para demostrar el afecto para dummies. La información que los pequeños recojan de lo que pasa entre una pareja, conformará sus creencias sobre lo que son las relaciones sentimentales e influirá en su futuro.

Toda una responsabilidad y, según cuenta Schwartz en su libro, “demostrar afecto es importante, pero ser abiertamente sexual puede tener también consecuencias negativas. Y, en el otro extremo, no exteriorizar ninguna intimidad, ni sentimientos a nivel sexual es igualmente indeseable”.

Es frecuente que muchos padres, criados en el desierto de Atacama de la educación sexual y con unos progenitores asépticos, busquen para sus hijos el extremo opuesto. La sexóloga americana cuenta en su libro el ejemplo de un paciente suyo, que creció en una familia de cuatro hermanos, todos hombres.

Cuando era adolescente, su madre no tenía problemas en andar por casa en ropa interior y pedirle a algún chico que le abrochara el sujetador. Al mismo tiempo que hablaba abiertamente de sexo.

Pero cuando los niños crecieron y empezaron a tener novias, la madre acostumbraba a hablar con ellos en un lenguaje un tanto infantil ante sus parejas. Trataba a sus hijos como a niños porque no sabía tratarlos como adultos.

Su padre no era consciente del modo en que actuaba su mujer, y se limitaba a competir con ellos, a ver quién podía hacer más proezas físicas o deportivas. En palabras de esta autora, “este comportamiento familiar creó jóvenes inseguros, con poca autoestima y con problemas a la hora de interactuar con mujeres”.

Los mensajes subliminales  a los hijos

No siempre es fácil realizar una conexión entre las conductas de los padres, como pareja, y la actitud de los hijos respecto al sexo, el amor o la intimidad. A menudo requiere de una terapia.

Para Ana Yáñez, psicóloga, sexóloga y directora del Instituto Clínico Extremeño de Sexología, “la buena noticia es que esta relación no perfila al cien por cien el comportamiento futuro de los hijos.

Aunque es muy determinante y ayuda a crear unos parámetros respecto a la idea de amor, afecto, relación de pareja o sentimientos a una edad temprana; también es cierto que luego hay otros factores que pueden variar o modificar esas ideas o creencias, como son los amigos, los medios de comunicación, los profesores o la pareja.

Generalmente, las personas adultas suelen criticar y plantearse, en un momento dado, el conjunto de creencias o enseñanzas recibidas.

A veces, si no les gustan, se pasan al bando contrario; aunque también puede ocurrir que muchos, simplemente, asuman lo recibido como válido. En este caso, sí que las experiencias vividas en la infancia pueden ser la causa de determinados trastornos sexuales”.

Lo deseable, según esta sexóloga, es que “los niños crezcan en un ambiente donde haya muestras de afecto y cariño de todo tipo. Donde los padres se besen, se toquen, donde se hable de sexualidad, a medida que los hijos vayan haciendo preguntas y se les despierte la curiosidad. No veo nada malo si una familia va a una playa nudista y se bañan desnudos, o si están así en casa.

Es una forma de demostrar a los hijos que no hay nada malo en torno al cuerpo. Claro que si hay alguien que es más tímido y no quiere hacerlo, tampoco hay que obligarlo. Lo ideal es que dentro de un clima de apertura y diálogo, sin secretos, se respeten las individualidades de cada uno y sus preferencias”.

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