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CC Bess-Hamiti-Pixabay

¿Botox para niños?

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Hace un poco más de diez años un juez de los Estados Unidos quito la custodia del hijo de ocho años a la actriz Sharon Stone.

Entre los motivos que le llevaron a tomar esta decisión, según la prensa estadounidense, estaba el hecho de que la artista tenía una forma neurótica de reaccionar frente a los temas médicos de su vástago.

Por ejemplo, sugirió administrarle bótox para acabar con un problema de olor en los pies.

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Una idea que, sin duda, puede sonar descabellada, si pensamos en el uso estético de esta toxina. Sin embargo, el Grupo Español de Dermatología Pediátrica (GEDP), que forma parte de la Academia Española de Dermatología y Venerología (AEDV), celebrará los próximos 25 y 26 de enero una reunión en la que hablará de la utilidad de la toxina butolínica para problemas dermatológicos infantiles.

Ni para quitar arrugas ni tampoco el mal olor de los pies

Los ejemplos que presentarán desde el GEDP para el uso del bótox como tratamiento están muy lejos de la eliminación de las marcas de la edad o de la idea de Sharon Stone.

Se trata de patologías muy concretas: la paquioniquia congénita, la hiperhidrosis palmar o el síndrome de Raynaud.

La primera se trata de una genodermatosis rara que suele generar engrosamiento de la uña, quistes e hiperqueratosis de las plantas de los pies (callosidades) y que genera dolor en muchos pacientes.

Una patología que se ha tratado en más de una ocasión con la toxina butolínica. Aunque no se sabe con exactitud cuál es el mecanismo de acción, los expertos indican que podría “actuar sobre las neuronas sensitivas de los pies y gracias a ello reducir la sensación de dolor”.

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