Aunque algún adulto se escandalice o se extrañe, es habitual que los niños se toquen sus genitales y que, además, obtengan placer de ello. Pero estos tocamientos infantiles no pueden compararse con la masturbación. Según el médico y sexólogo Santiago Frago, “antes de ciertas edades la masturbación y la autoestimulación infantil están exentas de los significados que adquieren cuando uno es más mayor.
En el caso de los niños y niñas pequeños obedece a juegos de descubrimiento y curiosidad corporal, que sencillamente les reportan placer”.
Pese a que obviamente resulta difícil realizar un estudio científico de este tipo en menores, sí que existe evidencia al respecto. Según una publicación de la revista de la American Academy of Pediatrics, entre el 90 y el 94% de los hombres y entre el 50 y 60 % de las mujeres recuerdan estos tocamientos durante la infancia.
Este comportamiento, lejos de ser extraño, es parte del desarrollo de los niños, y no nos debería sonar extraño a los adultos, quienes muchas veces no saben a qué profesional deben consultar.
Quizás la clave es que los adultos entiendan que los comportamientos de los niños no pueden verse desde el mismo prisma que usan los adultos, sino que corresponde a otras realidades. La psicóloga responsable del Instituto Sexológico Murciano en Alicante, María Esclapez, insiste en la idea de que “durante la primera infancia la conducta sexual se caracteriza por su finalidad autoexploratoria y lúdica, orientada hacia el propio sujeto”.
Sin embargo, no hay que olvidar que estos tocamientos también forman parte del desarrollo saludable. “La práctica de la masturbación, siempre que sea una práctica deseada y privada, no comporta, en principio, ningún riesgo emocional ni para la salud”, expone Frago. Por ello, hay que entender que “hablar de ‘personas sexualmente sanas’ pasa por quererse a sí mismo para poder así querer a los demás”.
Por su parte, la sexóloga Judith Viudes expone que, en la mayoría de los casos, las consultas llegan cuando los niños no distinguen entre el ámbito público y el privado. Así, se encuentra con comentarios del tipo “la niña se restriega en la silla y le da igual hacerlo ahí delante de la clase”, o “me apuro muchísimo cuando veo que el niño empieza a tocarse por dentro del pantalón en medio de la clase”.
En estos casos, “es importante no reñirle ni castigarle, no está haciendo nada malo, pero sí que hay que corregir su conducta y explicarle que eso puede hacerlo de forma privada cuando esté solo y en casa y no en cualquier lugar o situación”. Lo ideal es “redirigir la conducta a la actividad que esté haciendo en clase o buscar otras actividades alternativas si está en cualquier otro lugar”.
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