
De acuerdo con ACI Prensa, Mónica nació en Tagaste, al norte de África, en el año 331, y desde joven se casó con un hombre llamado Patricio por un arreglo hecho por sus padres. Lejos de ser una inspiradora historia de amor, Mónica se vio presa en una relación con alguien violento y mujeriego. Sin embargo, nunca la golpeó ya que “si él gritaba, ella respondía con su silencio; pues para pelear se necesitan dos y que si lo más conveniente era no responder, se quedaba callada, sin caer en el juego de la provocación”.
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Luego vivió otra lucha con su hijo Agustín, pues vivía de manera desordenada y no manifestaba interés por la fe. Aunque sufría al verlo, nunca dejó de rezar y ofrecer sacrificios espirituales por él, convencida de que sus plegarias serían escuchadas.
Y así fue. Agustín se convirtió y recibió el bautismo en la Pascua del año 387, en Milán, bajo la guía espiritual de San Ambrosio. Desde entonces, se convirtió en uno de los mayores promotores de la fe de la Iglesia: San Agustín.
Oh santa Mónica, que por medio de tu paciencia y plegarias obtuviste de Dios la conversión de tu marido y la gracia de vivir en paz con él; obtén para nosotros, te suplicamos, la bendición de Dios omnipotente, para que la verdadera armonía y paz reinen en nuestras casas, y que todos los miembros de nuestras familias puedan alcanzar la vida eterna. Amén.
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Además de elevar estas oraciones, se recomienda en el día de su fiesta encender una vela blanca en el hogar como símbolo de paz y unión, pues al final eso era lo que Santa Mónica representaba. Si pueden orar en familia, mucho mejor. También se aconseja ofrecer un momento de silencio y reconciliación.
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