
Según Franco, uno de los mecanismos más comunes y peligrosos del abuso emocional es la justificación del agresor o la víctima con frases como: “Es que me ama y por eso me corrige así” o “Sí me pegó, pero yo me lo merecía”. Estas expresiones, que pueden parecer inofensivas o incluso románticas, revelan una normalización preocupante de la violencia aprendida desde la infancia.
“Después del maltrato viene una sensación enorme de culpa, y es ahí donde empezamos a sembrar patrones de abuso. Decimos cosas como ‘sí, te pegué, pero es que me quitaste el limón’, y eso justifica lo injustificable. ¿Cuál es entonces la diferencia entre una pareja abusiva y lo que muchos llaman corrección por amor?”, cuestiona.
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Franco señala que estos patrones no aparecen de la nada: nacen muchas veces en la niñez, en hogares donde la violencia se usa como método de crianza y se confunde con autoridad. “Somos los padres quienes estamos generando ese terreno. Si desde pequeños les enseñamos que quien ama, corrige con golpes, crecerán creyendo que ser maltratado es parte del amor”, explica.
La especialista hace un llamado a repensar la forma en la que educamos a nuestros hijos: “No se trata de eliminar la disciplina, sino de entender que hay consecuencias firmes que no necesitan del golpe, del grito ni del castigo físico para ser efectivas. El verdadero liderazgo en la vida real no recurre a la violencia bajo ninguna circunstancia.”
Por: Sara Flórez.