
Las escrituras destacan diversos aspectos esenciales de la oración: debe hacerse con constancia (Lucas 18:1), con gratitud (Filipenses 4:6), con fe (Santiago 1:5), alineada con la voluntad de Dios (Mateo 6:10), buscando Su gloria (Juan 14:13-14) y con un corazón sincero (Santiago 5:16). Estos principios revelan que la oración no es solo un acto de palabras, sino una expresión de confianza y entrega espiritual.
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Aquí la oración que debería rezar todos los días a tu ángel:
“Bendito y fiel Ángel de mi Guarda,
compañero eterno que Dios, en su infinita bondad,
me ha concedido como guía y protector,
hoy acudo a ti con humildad y fe,
porque en mi corazón hay una carga que pesa,
una necesidad que parece no tener salida,
una situación que, para mis fuerzas humanas,
parece imposible de resolver.
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Tú que caminas a mi lado,
tú que conoces mis pensamientos más profundos,
mis miedos, mis anhelos y mis luchas,
te ruego que intercedas por mí ante el Altísimo,
que lleves mi súplica hasta el trono de Dios,
y que, si es Su voluntad,
se me conceda la gracia que tanto necesito.
Oh, dulce ángel,
dame claridad donde hay confusión,
dame consuelo en la angustia,
dame paciencia en la espera,
y fortaleza para no desfallecer.
Si lo que pido no es para mi bien,
ayúdame a comprender y aceptar los designios divinos,
pero si en su misericordia el Señor puede concederme esta gracia,
ruega por mí, ángel amado,
para que el milagro se haga presente en mi vida,
y pueda dar testimonio de la bondad y el poder de Dios.
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Envíame tu luz en este momento de incertidumbre,
abre caminos donde todo parece cerrado,
acalla las tormentas que inquietan mi alma
y lléname de la paz que solo proviene del cielo.
Desde hoy y para siempre,
me entrego a la protección divina,
y con gratitud y confianza,
espero la ayuda celestial que solo tú puedes traerme.
Amado ángel mío,
nunca te apartes de mí,
y cuando mi fe flaquee,
sostén mi corazón con tu amor y tu presencia.
Amén.
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