Desde tiempos antiguos, la oración ha sido una práctica fundamental en la vida de muchas personas. Para algunos, es un acto aprendido en el hogar, escuchando a sus padres o abuelos, elevar plegarias con devoción. Para otros, es una herramienta que descubren con el tiempo y que les brinda consuelo, paz y una conexión profunda con lo divino. Pero, ¿qué hace que la oración sea considerada tan poderosa?
Según el portal especializado Got Questions, la fortaleza de la oración radica en su vínculo directo con Dios, quien escucha y responde a quienes se acercan a Él con fe y sinceridad.
Las escrituras destacan diversos aspectos esenciales de la oración: debe hacerse con constancia (Lucas 18:1), con gratitud (Filipenses 4:6), con fe (Santiago 1:5), alineada con la voluntad de Dios (Mateo 6:10), buscando Su gloria (Juan 14:13-14) y con un corazón sincero (Santiago 5:16). Estos principios revelan que la oración no es solo un acto de palabras, sino una expresión de confianza y entrega espiritual.
Que mejor que iniciar el sábado con una buena oración, bendice tu día y permite que Dios coincida contigo en estos días, con lo que dicta el portal Oración Milagrosa.
“Amado Dios, hoy me acerco hasta Ti, lleno de devoción y gratitud. Qué bello es poder despertar cada mañana y darte gracias por la hermosa luz de un nuevo día, por permitirme despertar sano, salvo, rodeado de amor y ante todo, por sentir que Tú estás siempre a mi lado y nunca me sueltas de la mano.
Señor, gracias por tu misericordia y por las maravillosas bendiciones que día tras día me proporcionas sin cesar.
Hoy, como en cada nuevo día, mi intención es crecer a través de tu palabra. Perdóname si alguna vez te he fallado, perdona mis ofensas y toca mi vida para ser capaz de perdonar a quienes me ofenden, por favor guíame con tu ejemplo para poder hacer y decir las cosas de la mejor manera y permíteme ser útil a tus propósitos y a tu obra.
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Padre eterno, quiero poner en tus manos mi vida, la vida de mi familia y la vida de mis amigos. Permítenos alcanzar la felicidad, ayúdanos a florecer ante los hechos y a vivir llenos de esperanza y fe para poder dejar de lado la rabia y el pesimismo.
Amado Dios, te suplico que nos ayudes para que nada ni nadie nos robe la sonrisa, que sanemos nuestros corazones y si en algún momento estuviésemos perdiendo la fuerza y la fe frente a las situaciones difíciles que tenemos que superar en cada jornada, abrázanos con tu amor y recuérdanos que atrás de lo que parece una gran prueba se esconden maravillosas bendiciones.
Señor, sé que este día será de triunfo y regocijo para mí y para mi familia. Tú conoces mis anhelos y mis preocupaciones y sé que serás Tú escuchando mis súplicas y entregándome hermosas respuestas. Te pido que me des fuerza y voluntad para seguir luchando por lo que quiero y que con tu infinito amor y ternura llenes todos mis vacíos, Amén”.
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