El turismo religioso se toma las ciudades por estos días de reflexión y descanso. Durante la Semana Santa las familias suelen organizarse para desplazarse a aquellos lugares sagrados que conservan una importancia histórica, arquitectónica y espiritual.
Ubicada en la Cra. 50 #50-72, a un costado del Parque de Berrío, es una parada infaltable si se hace un recorrido por los templos de la ciudad. Recibió el nombre de Basílica Menor en 1970, de mano del papa Paulo VI.
Llama la atención por su construcción de tipo colonial, que conserva matices de la época pese a que ha sido restaurada en ocasiones. De hecho, es considerada un Monumento Nacional.
Como dato curioso, fue la catedral de la Arquidiócesis de Medellín entre 1868 y 1931, antes de que lo fuera la Catedral Basílica de la Inmaculada Concepción.
Está ubicada en el Parque de Bolívar, en pleno centro de la ciudad, y en realidad se llama Catedral Basílica Metropolitana de la Inmaculada Concepción de María.
La Arquidiócesis de Medellín destaca que es una gran estructura de ladrillo macizo y para su construcción “se utilizaron aproximadamente 1.120.000 ladrillos de 8 decímetros cúbicos cada uno”. Según se lee en la página web, por su valor histórico yarquitectónico fue declarada Monumento Nacional el 12 de marzo de 1982.
Del diseño fue responsable el arquitecto francés Charles Émile Carré, quien, como dato curioso, también estuvo detrás de la construcción de los edificios Vásquez y Carré, ubicados en un extremo del Parque de las Luces.
No podíamos concluir este artículo sin mencionar el Templo La Veracruz, el segundo más antiguo de Medellín.
La Fundación Ferrocarril de Antioquia recopiló la historia del lugar, detallando que inicialmente se llamó Ermita de la Veracruz de los Forasteros, e inició su construcción a comienzos de 1700. No obstante, fue demolida en 1791 y reconstruida en 1803.
El archivo cultural del Banco de la República recuerda que la fachada de la Iglesia solía tener ladrillo al descubierto, antes de que fuera recubierta y pintada de blanco, como está en la actualidad.
Esta restauración fue hecha por la Fundación Ferrocarril de Antioquia entre los años 2004 y 2005. En ella, según ellos mismos cuentan, “se recuperó el pañete de cal y arena del frontis, el cual había sido retirado a comienzos del siglo XX con el fin de proteger la mampostería de cal y canto que presentaba graves problemas de deterioro”.
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