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Síndrome de Estocolmo: ¿qué es y cómo lo explica la psicología?

En inexperta estuvimos hablando sobre síndromes y de la mano de una experta conocimos todo sobre este fenómeno psicológico.

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Crédito: Getty Images
“No es amor, es miedo disfrazado de vínculo”, así explicó la psicóloga Sofía Arévalo sobre el síndrome de Estocolmo en Inexpertas de Bésame, un fenómeno psicológico que puede parecer incomprensible desde afuera, pero que cobra sentido cuando se entiende desde el trauma y la supervivencia.

Este síndrome ocurre cuando una persona desarrolla un lazo afectivo con quien la retiene, agrede o controla, especialmente en situaciones de secuestro, abuso, violencia de pareja o manipulación emocional. Lo más duro es que, muchas veces, la víctima no se da cuenta de que lo es.

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“No es que la víctima se enamore del agresor por voluntad. Es una reacción del cerebro frente al miedo extremo. El vínculo se crea como una estrategia de supervivencia, no como una decisión libre”, explicó la psicóloga.

El término surgió en 1973, tras un asalto a un banco en Estocolmo, Suecia, donde varias rehenes comenzaron a defender a los secuestradores y hasta se negaron a testificar contra ellos. Desde entonces, el fenómeno ha sido analizado en distintos contextos, desde relaciones abusivas hasta dinámicas de poder en el hogar.

¿Por qué alguien podría “querer” a quien le hace daño?

El cerebro humano, bajo amenaza constante, puede generar vínculos con quien tiene el control. Es una forma de calmar el miedo, encontrar seguridad en lo conocido y generar una falsa sensación de conexión que suavice el trauma.

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“Cuando no hay escapatoria, la mente busca formas de protegerse. Si el agresor ofrece momentos de ‘cariño’ o ‘respiro’, la víctima los interpreta como señales de afecto. Ahí comienza la confusión emocional”, agrega Arévalo.

No es debilidad, es trauma

Juzgar a alguien por “quedarse” con su agresor o por justificarlo no solo es injusto, sino peligroso. El síndrome de Estocolmo no es una elección. Es una consecuencia emocional profunda que necesita comprensión, apoyo psicológico y un entorno seguro para sanar.

Por eso, si tú o alguien cercano está atrapado en una relación que duele, pero de la que no puede salir, no lo señales: acompáñalo. Preguntar, escuchar y no juzgar es el primer paso para romper el ciclo del silencio.

Y como recuerda la psicóloga Arévalo: “Nadie se enamora del dolor por gusto. Pero todos merecen descubrir el amor lejos del miedo”.

 

 

Por: Sara Flórez

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