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¿Cómo saber cuándo puedes ayudar a tu hijo y cuándo necesita ir a un psicólogo?

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Todos los niños son traviesos, desafiantes e impulsivos en algún momento. Son conductas incómodas que suelen ser fruto del cansancio, el hambre, el aburrimiento o la sobreexcitación que les produce tanto cachivache tecnológico, pero no siempre es así; a veces son los síntomas de un problema que demanda la intervención de un psicólogo.

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Reconocer la delgada línea que separa las conductas corrientes de las que requieren ayuda profesional y puede ser difícil hasta para un psicólogo infantil y, además, el primer paso debe darlo la familia.

Los adolescentes pueden ser melancólicos, pero también estar deprimidos

La psiquiatra de la Clínica Universidad de Navarra Azucena Díaz dice que la depresión “es uno de los trastornos psiquiátricos más frecuentes en adolescentes, con una incidencia de entre el 10 y 12%”. Y añade: “Sus síntomas más comunes son la tristeza (que no es sinónimo de depresión), las preocupaciones excesivas, la irritabilidad, la disminución de rendimiento académico, los cambios en patrones de sueño y en la alimentación, así como la anhedonia, que es una disminución en la capacidad de disfrutar”.

Por su parte, la psicóloga clínica Bárbara Zapico destaca que la primera parte de cualquier tratamiento de depresión debe ser una analítica médica, ya que “la base de una depresión puede originarse por el malestar físico continuado, originado a partir de enfermedades no detectadas del tiroides o digestivas”.

Si el miedo se anticipa demasiado, la ansiedad podría ser la responsable

La ansiedad está constantemente presente, pero siempre viaja oculta, escondida en emociones con las que es fácil confundirla, como el miedo. Para destapar su presencia es útil saber que el terror aparece como una respuesta adaptativa del organismo, mientras que la ansiedad se caracteriza por ser anticipatoria, amén de desproporcionada.

La dificultad del diagnóstico de ansiedad radica en que los niños no saben explicar cómo se sienten y recurren a un cambio de comportamiento que hay que saber decodificar”, explica la psicóloga infantil Bárbara Zapico. Los padres pueden buscar esos cambios en la conducta para discernir si este trastorno está condicionando la vida de los pequeños. “Puede manifestarse a través de un aumento de las rabietas o de una tendencia al aislamiento”, explica Zapico.

Dislexia, cuando las letras se rebelan

La profesora de psicología de la Universidad del País Vasco Joana Acha define la dislexia como “un trastorno del aprendizaje con base neurológica, que se manifiesta en la lectura y que está presente en un 5% o un 10% de los niños de inteligencia normal”. Según la Universitat Oberta de Catalunya, es el trastorno de aprendizaje más frecuente. Acha explica que los indicios que deben poner a los padres en guardia son “la dificultad para captar las rimas, reconocer los sonidos de cada letra o identificar cada una de ellas”.

También advierte de que “la atribución de la dislexia por una pobre orientación espacial es incorrecta”. Es decir, que no tiene nada que ver con problemas para distinguir la izquierda de la derecha o la propensión de escribir las letras del revés. La maestra de primaria e investigadora post doctoral de la Universidad de Deusto Marta Ferrero aclara que “los niños dibujan las letras en espejo porque les enseñamos que un objeto sigue siendo el mismo en cualquier posición”. La literatura científica respalda la idea de que escribir las letras al revés es un proceso normal, que no es síntoma de ningún trastorno del aprendizaje.

No es que no esté atento, es que no puede estarlo

La falta de atención puede ser una característica definitoria de un niño que exige un trabajo educativo, pero también el síntoma de un trastorno neurológico conocido como Trastorno de Déficit de Atención con o sin Hiperactividad (TDAH). En estos casos, las travesuras de los pequeños no son puntuales sino la consecuencia de una sintomatología muy variada, la cual se manifiesta en problemas de conducta desproporcionados en comparación con los niños de su edad. Su influencia es muy importante, pues hace que los pequeños pierdan calidad de vida.

Los niños con TDAH tienen dificultades para atender a cualquier regla, desde las que se imponen en el ámbito escolar a las de higiene cotidiana. El trastorno, que afecta a cerca de un 10% de la población infantil, según la Fundación Cadah, puede ocasionar problemas de socialización. El jefe de Psiquiatría infantil del Hospital Sant Joan de Deu de Barcelona y coordinador de la Guía de Práctica Clínica del TDAH del Ministerio de Sanidad, José Ángel Alda, explica que el diagnóstico precoz del trastorno “evita la cronificación, y que su tratamiento debe ser psicopedagógico y, en algunos casos, también farmacológico”.

Enseñar a controlar los esfínteres es agotador, pero también posible

Hay muchos niños que demuestran su incapacidad para controlar la orina, un problema que se conoce como enuresis, que se ha magnificado con el adelanto de la etapa escolar a los 3 años y que es especialmente molesto por las noches. “A esa edad, muchos niños todavía no han desarrollado el control de esfínteres. Pero es algo que se entrena con rutinas, se les lleva a orinar todos los días a las mismas horas para que vayan creando la conducta y la asociación. Primero hay que atajar el problema de día, y después centrarse en la noche”, explica la psicóloga infantil Bárbara Zapico.

Pero, según la Asociación Española de Pediatría, un 15% de los niños mayores de 5 años sigue teniendo este trastorno en el sueño. “Esos casos pueden suceder por un componente genético o por un problema emocional. Puede llegar a ser agotador para las familias, por eso es muy importante que tengan paciencia y no recurran al castigo”. La estabilización de las emociones es el mejor camino a la solución del problema.

Ante cambios de humor son radicales, se impone una valoración clínica

La adolescencia es la etapa vital en la que se manifiesta con mayor frecuencia el trastorno bipolar, una grave enfermedad que se caracteriza por altibajos y cambios radicales en el estado de ánimo que se califican de episodios maníacos. Los pacientes pasan de un estado apagado y triste a una verborrea excesiva, a una sensación de grandiosidad que se manifiesta en gasto compulsivo de dinero, por ejemplo. La terapia pasa por la farmacología, y “no suele aparecer antes de los 15 años”, asegura la psicóloga infantil Bárbara Zapico.

Con el trastorno bipolar pasa algo parecido a lo que marca el TDAH, que se trata de un trastorno cuya identificación puede ser compleja. La variedad de los síntomas entre las diferentes personas y su duración, que, según apunta la Asociación Española de Psiquiatría, va de varias semanas a meses, hace que la labor de detección y su tratamiento sean tareas extrarodinariamente complejas.

En: BuenaVida / Elpais.com