Carlos Calero es uno de los presentadores más queridos por los colombianos. Con su carisma y cercanía acompaña casi a diario a los televidentes a través de la pantalla, pues conduce el programa matutino ‘Día a Día’, pero lo que muchos no saben es que detrás de esa sonrisa hay una historia difícil de resiliencia ante el dolor.
Cuando su hijo menor, Carlos, tenía apenas 14 años fue diagnosticado con un cáncer en el cerebro que derrumbó a la familia entera. Por fortuna, se recuperó luego de un tratamiento de quimioterapia y radioterapia extenso, pero siete años después la enfermedad volvió a tocar las puertas del hogar.
En esta oportunidad la paciente fue su esposa, Paulina Ceballos, a quien le fue identificado un cáncer de seno.
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“Me he sentido vuelto mier**”, confesó el presentador en conversación con Juan Pablo Raba en el podcast ‘Los hombres sí lloran’. Allí admitió que ha tenido que recurrir a la ayuda profesional, pues el peso de la enfermedad ha podido con él: “He buscado psicólogos, he buscado terapeuta, pero es difícil, sobre todo cuando haces entretenimiento. Tienes que sonreírle a la cámara y por dentro estás vuelto mier**”.
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Aunque actualmente Paulina está avanzando en su tratamiento y ha visto mejoría, de hecho está recuperando su cabello “y está divina”, en palabras de Carlos, la realidad es que el miedo a perderla persiste.
En el espacio mencionado el barranquillero confesó: “Si me preguntas si he llorado, la realidad es que he llorado muchísimo y he sido muy vulnerable”, y mencionó un episodio en el que su esposa lo encontró llorando acurrucado en su habitación luego de cuarenta minutos en esa posición. Ha sido ella precisamente quien le ha recordado que está bien transitar esas emociones.
“Es muy berraco porque por más fuerte que uno sea, uno también piensa en qué va a pasar si ella se va”, señaló.
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La relación de ambos ya casi cumple 30 años y ha sido de las más sólidas de la farándula colombiana. El par se conoció en un seminario de comunicación que se llevó a cabo en Cartagena y según contó, desde ese momento supo que sería su esposa.
“Yo no conocía a nadie, me senté en mi sillita esperando que empezara y al lado había una silla que decía Paulina. A los 15 minutos llegó, llegó tarde. (…) Divina, desde que la vi hicimos clic y a la mitad del seminario yo dije ‘creo que esta señora va a ser la mamá de mis hijos'”.
De acuerdo con su relato, se sintió atraído físicamente, pero fue su personalidad y la manera tan sutil en la que decía las cosas lo que lo conquistó. “Me preguntas de qué era el seminario y yo no sé”, dijo a modo de broma.
Al poco tiempo hubo otro seminario en Medellín y ahí arrancó el noviazgo. Un año después se casaron y el resto es historia: ya tienen dos hijos que han tenido ese ejemplo de hogar y haan tratado de seguir sus pasos, a tal punto que Sofía, la mayor, ya se casó.
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