El baño del bebé es una de las rutinas que más dudas genera en los padres primerizos. Muchos creen que es necesario hacerlo todos los días, pero lo cierto es que la piel de los recién nacidos es muy sensible y bañarlos diariamente puede eliminar los aceites naturales que la protegen, provocando resequedad. Por eso, se recomienda limitar los baños completos a unas pocas veces por semana y, en cambio, mantener la higiene diaria con limpiezas en las zonas más delicadas.
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Hasta que la base del cordón umbilical se caiga y cicatrice por completo, lo más recomendable es realizar baños de esponja. Esto significa limpiar al bebé con un paño suave y húmedo en lugar de sumergirlo en agua. El objetivo es mantener la zona del ombligo seca y evitar posibles infecciones.
El baño puede realizarse en una bañera pequeña para bebés, en el lavabo o en el fregadero, siempre que estén limpios. Se recomienda preparar con anticipación los elementos necesarios: toalla, jabón o champú suave, pañal limpio y ropa. El agua debe ser tibia y la temperatura revisada con la muñeca o el codo para mayor seguridad.
Aunque no se realice un baño completo todos los días, es fundamental limpiar con frecuencia las áreas que tienden a ensuciarse más:
Estas limpiezas ayudan a mantener al bebé cómodo y protegido entre baños.
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En los primeros meses de vida, con tres baños a la semana y limpiezas diarias en zonas clave, el recién nacido permanece limpio, seguro y con su piel protegida. Lo importante no es la frecuencia, sino que el baño sea un momento de cuidado tranquilo y respetuoso para el bebé.
Por: Estefanía Serna.
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