Tomar la siesta es una práctica común en muchos lugares del mundo, que consiste en tiempos cortos de descanso para recargar energías, mientras se duerme. Aunque esto es algo cultural, con la llegada de nuevos cambios en la etapa moderna se ha modificado esta práctica, cambiando el sueño por más horas para trabajar y producir.
Sobre esta situación, hubo un reciente estudio en conjunto realizado por investigadores de la Universidad de la República de Uruguay, y el University College London (UCL). Dicha pesquisa terminó en un informe el cual reveló los beneficios y ventajas que trae el tomar descansos regulares durante el día, que no sean en la noche.
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De acuerdo con esta investigación, una persona que tome la siesta habitualmente puede traer mejoras a nivel físico, mental y emocional. Justamente, uno de ellos es el retraso del envejecimiento del cerebro, lo que conlleva a que este importante organo puede tener menos deterioro con el paso de los años, y prevenga enfermedades graves.
Además de entregar la mejor hora del día de este descanso, el informe también indica la duración promedio de estos cortos tiempos para dormir. Dicho esto, la investigación indica que la mejor hora del día para tomar la sisesta es entre la una y las cuatro de la tarde.
Asimismo, los expertos destacaron que este periodo de tiempo debe tener una duración promedio entre 10 y 15 minutos. Se recomienda no superar este lapso, ya que puede interferir con el sueño nocturno, por lo que una persona podría no dormir lo adecuado dentro de la noche.
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En su estudio, los expertos encontraron que luego de la jornada de almuerzo, estudiantes o trabajadores llegan a sentir cansancio, o una reducción de su energía. Este comportamiento no depende de si una persona tuvo una buena noche de sueño o no, por lo cual es una constante.
Victoria Garfield, investigadora principal de la Unidad MRC para la Salud y el Envejecimiento a lo Largo de la Vida habló sobre las conclusiones de este estudio. “Las personas con un volumen cerebral menor son más propensas a presentar niveles más altos de cortisol (la hormona del estrés) o a un diagnóstico de apnea del sueño (…) También observamos una contracción cerebral sustancial en personas con Alzheimer y demencia vascular”, expresó.
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