
¿Qué padre no ha presenciado un berrinche de su hijo sin saber qué hacer? o ¿qué padre no se ha sentido culpable luego de corregirlo porque tal vez no fue la forma adecuada? Está bien, nadie tiene un manual para la crianza que sea 100% infalible. Por el contrario, pareciera que es ensayo y error hasta que encuentras la manera que a ti mejor te funciona.
Aunque pueden ser desesperantes, los berrinches pueden ser una gran oportunidad para enseñarles a los niños a identificar y regular sus emociones. Así que, en lugar de verlos como un comportamiento negativo, puedes intentar entenderlos.
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En diálogo con las Inexpertas de Bésame, Nuria Pérez, especialista en emociones y aprendizaje infantil, señaló que lo primordial es comprender que de los 2 a los 3 años el niño empieza a formar su identidad y lo notarás porque cada vez necesita menos de ti. Aunque da la sensación de que son mayores, no es así.
En este punto su cerebro recibe muchos estímulos y esa confusión podría detonar las explosiones de llanto, gritos o frustración, y tu labor como padre es entender qué hay detrás.
Cuando ocurre un berrinche tienes dos caminos: o regañas a tu hijo y pasas de él o validas su emoción y lo ayudas a transitarla. No obstante, “el límite entre validar la emoción y permitir su berrinche es difuso”, indicó la experta, por lo que la clave está en la amable firmeza.
Este concepto manejado por la española consiste en poner límites desde la autoridad que tienes como padre o madre para guíarle, no desde el autoritarismo “porque a mí me parece y ya” o “porque sí”, y en este sentido no es necesario tratar mal al menor para que haga caso. Se trata, más bien, de ser paciente, de lo contrario te frustrarás tú también.
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Si aún te sientes perdido/a frente a toda esta información, te dejamos una guía muy práctica que explicó Nuria en el programa y, si deseas profundizar en ella, puedes ver el capítulo completo:
Consejo adicional: no utilices jamás la figura “mamá/papá se va a poner triste si haces esto”, pues se considera una clase de manipulación y hará más daño.
Por: Margarita Contreras D.
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